Hacer lo que no prometen (y que a nadie beneficia) y no hacer lo que prometen, es muy típico de los políticos del mundo. Por ello es que lo más probable que si es que pides que arreglen una calle no lo hagan, hasta que por alguna fuerza mayor recien comiencen a mover las nalgas.
En Yekaterinburg, la cuarta ciudad más grande de la madre Rusia, el horrible estado de sus calles y el nulo esfuerzo político por repararlos, gatilló una manera de protestar muy ingeniosa y eficaz.
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